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viernes, 14 de marzo de 2014

Abanderar(se) pensamientos*

  Considero que en muchas oportunidades nos sometemos a juicios innecesarios. Y todo como consecuencia de una exposición que decidimos tener, o que quizás un poco la época, la generación, las tecnologías y demás, nos obligan a tener. Una década en la que tendemos a compartir información de nuestras vidas, de nuestros modos y costumbres, sin necesidad alguna. Pero sin embargo, si no lo hiciéramos estaríamos fuera de órbita.
  Y en ese mar de opiniones y miradas ajenas aparece un poco lo que es el prejuicio o no, los acuerdos o desacuerdos, las mentiras y verdades, que también creo que viene por el lado del qué dirán y la importancia que cada uno le da a eso.
  En cierto punto, cada uno se apropia de sus ideales y quiere compartirlos, y hasta quizás convencer al otro de que lo pensado es lo correcto. No sé si es sano, es de cierta forma, es estar dependiendo del pensamiento del otro, de la opinión, de saber que lo que compartimos y exteriorizamos con el mundo es algo certero y seguro, sin posibilidad de duda, y nos agarramos a eso.
 Siento como si tuviéramos la necesidad de aparentar algo que en realidad, sí somos, porque no lo mentimos, pero recubierto con un montón de pretextos y decoraciones para tener un fundamento o base por si, quizás, alguna vez, haya probabilidades de que... alguien nos critique. Siento que tenemos la necesidad de mostrar.
  Siempre va a haber gente que juzgue la vida de lo demás. Me pregunto cómo sería nuestra vida si nadie se metiera, si nunca juzgáramos ni supiéramos lo que hace el otro. Es algo loco pensarlo, por la era tecnológica en la que estamos y demás, pero puede que sea un poco más sano dejar de lado esas cosas.
  Sin embargo, hay gente a la que le gusta ese tipo de exposición... exagerado. Aquellas personas que en realidad se abanderan con sus pensamientos, que salen a contar y a decir lo que piensan y hacen, porque puede que estén orgullosas (y no lo juzgo).
  Y hablo de todo tipo de pensamientos: políticos, con sus enlaces en Facebook que abren polémica entre los amigos y discusiones incesantes; religiosos, con sus costumbres y marchas en contra de..., a favor de..., cadenas de oraciones y demás; la comunidad gay, que se abandera literalmente y marchan orgullosos por sus sentimientos y los derechos que poco a poco van tomando una importancia merecida; entre otros.
  Pero dentro de todas estas clases de personas que ejemplifiqué, aunque estoy segura de que existen miles de situaciones más, están las personas que aunque son parte de ese pensamiento deciden guardarlos para sí. Digo, no hace falta abrir debate de política aunque seas partidario un grupo en particular. O hay religiosos que van a misa todos los domingos y no ven necesario andar contando nada, y simplemente viven con esa relación Dios/persona. Y supongo que también es el caso de las personas homosexuales, que no sienten esa necesidad de contarlo, decirlo, marcharlo, sino que simplemente aman.
  Si se tiene en claro lo que se piensa, a partir de ahí decidís exteriorizar o no. No me parece mal que la gente exponga su vida privada y tampoco me parece mal la gente que se la reserva, porque básicamente cada uno hace lo que quiere con su vida. Sin embargo, hoy estoy acá escribiendo esto, porque estoy en esa transición en la que no sé si estoy segura de lo que pienso, y si bien puedo ´abanderarme´ con ciertas cosas, otras están ahí, esperando dubitativas.
  No debería importarme, y sin embargo está esa contradicción de la exposición y la intimidad que en estos últimos años se ubica en una fina línea que las separa. Una contradicción que me resulta extraña, que me desconcierta, el ser parte de un pensamiento, de un sentimiento, de algo que tomás como propio, y sin embargo no contarlo, no comunicarlo. Quizás sea miedo, quizás sea el prejuicio y el qué dirán, quizás porque en realidad no se está tan seguro, quizás porque realmente no te interesa exteriorizar. Me parece que lo importante es empezar a valorar esa simpleza de la que hablaba antes, ¿no? Y saber que si nos abanderamos a un pensamiento, puede que eso cambie, porque la vida nos va llevando por distintos lados, la vida es un cambio constante. Y lo que consideraba malo ahora es bueno, o lo que nunca creía que iba a pasar por mi cabeza está pasando. Lo tomo un poco como el lado reflexivo y en parte de aceptación. Hoy siento esto, me pasa esto, y me abandero a esto exponiéndolo o no, sabiendo que en cualquier momento eso puede cambiar como la vida misma.

jueves, 6 de marzo de 2014

Aquí y ahora*

 ¿Qué es lo que quiero? ¿Qué es lo que necesito? Más allá de los planes, de lo certero, de lo absurdo, de lo mágico y de lo abstracto, ¿qué es lo que quiero hoy
 Me dí cuenta de que vivo la vida pensando en el futuro, que perdí muchísimo tiempo pensando en no perder tiempo. Yo sé por qué fue y por qué tengo esa necesidad de tener todo planeado, de hecho sostengo que somos como somos por una causa y eso lleva a una consecuencia, pero no viene al caso.
 A lo que voy es que me pasé la vida pensando en cómo no perder tiempo en lugar de actuar. Estoy llena de miedos, y quizás sea normal, pero tengo miedo de disfrutar lo que me pasa hoy, aquí y ahora. Miedo a lo que puedan decir los demás, miedo a equivocarme, pero sobre todo, miedo a arrepentirme.
 Me paso la vida pensando en cómo se solucionarían mis miedos, en cómo actuaría si enfrentara lo que realmente me pasa, creyendo que todo va a solucionarse el día que llegue la persona indicada que me ame y me saque de este lugar en el que estoy.
 Quizás por eso mi complejo con las Princesas, ellas no hacen nada, y de repente llega alguien y las pone en el lugar que necesitaban. Y yo, más allá de que tengo presente que el Príncipe Azul realmente no existe, y después de pensar mucho (y de que alguien me abriera los ojos a la fuerza), me dí cuenta de que sí, que estoy esperando que otro me salve en lugar de hacer algo por mi felicidad por mis propios medios.
 Es loco, vivo mi vida de lo que amo, tengo mucha suerte de que mi familia me apoye y me banque en lo que hago, que puedo despertarme todos los días y amar lo que hago. Y sin embargo, hay muchas veces en las que me siento desanimada, deprimida, no sé cómo llamarle a ese vacío que me ataca de vez en cuando.
 Quizás sea justamente eso, que creí toda mi vida que el vacío tenía que ser llenado por otra persona, pero la única respuesta la tengo yo, las barreras represivas* me las auto impongo yo (* hago referencia a una entrada anterior), y la felicidad está adentro mío, más allá de las presiones familiares, sociales y religiosas. El día en que pueda entender eso, voy a lograr ser feliz.