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viernes, 29 de diciembre de 2017

Pulsiones*

 El ser humano tiene dos pulsiones: la pulsión de vida, y la pulsión de muerte. Son dos fuerzas opuestas e innatas que están perfectamente equilibradas. Por un lado, la pulsión de vida se relaciona con la obtención del placer, como por ejemplo comer, besar, soñar, tener sexo; mientras que la pulsión de muerte es una tendencia destructiva que se ve exigida a repetir situaciones dolorosas. Cuando la pulsión de muerte es mayor, se produce un desequilibrio emocional. Es importante destacar que ambas pulsiones son inconscientes.
 Aprendí esto hace muy poco tiempo, y con esto quiero que se tome consciencia de que “estar triste” es normal, porque es parte de la vida, pero el desequilibrio emocional es más que eso. Hay personas que ante el desequilibrio emocional tenemos variaciones en la parte neurológica y accedemos a psicofármacos para equilibrar la parte química. Puede tener que ver con la genética o no, y hay diferentes diagnósticos para las amplias enfermedades mentales que hoy existen.

 Como persona con trastornos de personalidad, pido, ruego, que dejen de romantizar las enfermedades mentales, de hacer chistes, que autodiagnosticarse. Esto es horrible.

miércoles, 8 de febrero de 2017

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No, no es que "me guste". En principio todo ocurrió así, cuando lo probé y me gustó. Como la mayoría de las cosas que probé por curiosidad y sólo por ser prohibidas
 Y cuando te gusta quedás inmerso en un juego al que tal vez después, cuando pasa el tiempo, te das cuenta de que no querías jugar. Pero ya es tarde para arrepentirse y mirar atrás. Ya no se puede salir
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viernes, 6 de enero de 2017

El último tren*

Lo que siento es exagerado, lo que no siento es lo que debería, por lo tanto siempre pero siempre hay una presión invisible e indescriptible que aprieta, que dice "dale, sentilo así todo es más fácil". Oveja negra, rebelde, malhumorada, egoísta, puedo ser una o todas ellas (y muchas más como inútil, desagradecida y algunas más que a mamá le encanta repetir). Acá nadie se va a poner en el lugar del otro, y el más cansado, el que tiene siempre la razón, va a ser quien tiene el poder. Hay quienes no tenemos voz, y otros que deciden no usarla, aunque la tienen, no quieren usarla. No tenemos voz porque nunca tuvimos ese espacio, porque hay montones de cosas que se dicen, pero como lo que siempre tengo para decir está mal, está errado, está fuera de cualquier parametro normal, y repito, como es exagerado, llega un punto en el que no tenés más ganas de hablar, ¿para qué? ¿para quién? Si por más que grite de verdad o en silencio, nadie se va a poner en mi lugar. Ni en el cansancio, ni en la frustración ni en la angustia, como si nunca nadie más lo hubiese sentido. Acusada, juzgada, etiquetada. Porque acá eso es una mierda y si vivís en mi techo no está permitido. Porque acá eso es estar enfermo, pero la depresión, la anorexia, la bulimia son exageraciones. Y eso que ya no pueden decir que es porque soy adolescente porque se está pasando el tren. Y a estas alturas, no sé si va a ser el único tren que se vaya, quizás yo me vaya en el último... Al fin y al cabo, si tanto te gusta andate, si te vas no vuelvas. Mirá si me rompo, mirá si me muero, mirá si me mato. Si me mato no voy a volver, y después no te arrepientas, porque qué buena chica y llena de sueños que era. Sueños que nadie cuidó. Hago lo que puedo gente. Pero no me ayudan, no me liberan. Me encierran, me atan, me hunden. Para mí no es una pelotudez, y si para vos lo fuera, ¿por qué juzgar? Claro, porque tienen el poder. Felicidades entonces, por decidir que perder es mejor que perdonar y escuchar. Lejos está de lo que me enseñaron.