Vistas de página en total

miércoles, 22 de enero de 2014

No One Knows Who I Am*

 Creer que por fin alguien iba a conocerme. A mí, la verdadera yo, la débil que se odia, con todos sus porqués. Pero no, volví a equivocarme, otro fracaso para mi lista.
 Me pregunto si alguien, alguna vez, va a poder animarse a conocerme sin salir corriendo. No sé si estaría excusándome, pero sé perfectamente por qué entonces miento y oculto cosas, por qué no quiero mostrarme como realmente soy. No vale la pena, si al fin y al cabo, no existe ese valiente príncipe que se anime a conocerme. Y no me considero algo misterioso y emblemático, ni tan importante como para pretender que alguien quiera hacerlo, simplemente me hace mal saber que no existe la persona.
 Y cuando algo se le parece, hay otra cosa que lo arruina. Una de cal y una de arena, dicen, aunque no está siendo proporcional para mí. Quizás viva sola toda mi vida, hasta que alguien aprenda a conocerme, o tal vez yo debería aprender a dejarme conocer...

Mírame y dime quién crees que soy, por qué soy lo que soy... ¿Quién pensará sólo un poco en mí si nadie sabe quién soy?¿Seré la imagen del futuro? ¿Seré la imagen del pasado?¿Seré a quien nadie recuerde nunca? 

martes, 21 de enero de 2014

Perspectivas *

 A veces me pongo a pensar en lo grande que es el mundo, y lo insignificante que se vuelve cada una de las personas que lo habitan, y al mismo tiempo comprendo el mundo interior y enorme que cada uno lleva.  Típicas situaciones cotidianas como ir caminando por un pueblo desconocido, o un viaje en auto o en colectivo en el que uno se pone a filosofar sobre la vida mientras que apoya su rostro en el vidrio de la ventanilla, son claros ejemplos de esa grandeza insignificante. Miles de personas que están al mismo tiempo en el mismo  lugar, y sin embargo cada uno tiene sus problemas y su mundo interior. Mientras que una pareja camina de la mano sin preocupaciones, un empresario cruza la plaza con un maletín mientras mira su reloj y acelera el paso, una chica corre mientras piensa que está excedida de peso y nadie va a mirarla si no es exteriormente hermosa, una viejita está sentada en uno de los bancos dándole migas de pan a las palomas, porque lo vió en una película, y a lo lejos se ve a una mamá con sus dos hijas que al parecer comieron helado de chocolate y éste dejó bastantes rastros en sus vestidos nuevos. 
 Cada cual le pone un peso distinto a sus problemas y a su vida. Incluso hay personas que niegan sus problemas, personas que los aceptan y los quieren solucionar, o personas que los aceptan y se acostumbran a que estén. ¿Y qué forma está bien y qué forma está mal? Somos todos tan distintos... 
 Últimamente no estoy pudiendo evitar hacer un ´psicoanálisis´ con las personas con las que hablo. Las comillas están porque claramente no podría hacer un psicoanálisis cuando ni siquiera estudio psicología, pero tengo ese instinto... no sé qué onda, pero intuyo muchas cosas. Y no son intuiciones así nomás, cuando tengo la oportunidad digo lo que me parece (por más duro que sea) y le termino pegando, como se diría a lo criollo. En general duele.
 Duele hacerse cargo de cosas que uno oculta, porque los problemas derivan de cosas que uno no solucionó en su momento, o al menos, eso creo yo. Incluso la personalidad de cada uno se va dando por las cosas que ocultamos, las cosas que enfrentamos y cómo lo hacemos. Y uno, casi sin querer, casi sin notarlo, se va guardando cosas para uno, algunas buenas y otras malas. 
 Y volviendo al instinto... Siempre que veo a alguien raro, me intrigo. Raro, no es una palabra adecuada, distinto. Cuando veo a alguien distinto. Cuando veo a alguien que oculta cosas, quiero conocerlo, no en realidad para conocer esos secretos, sino para saber, entender mas bien, por qué los oculta, por qué se oculta. Tengo esa puta costumbre. De querer psicoanalizar sin ser psicoanalista, o peor, asunto reciente, querer cambiar a alguien a través de mis palabras. 
 Quizás sea porque yo tengo las cosas claras. Yo tengo problemas, tengo secretos. Algunas cosas que solucionar (que quiero solucionar, y que no quiero solucionar), y sé por qué quiero y por qué no, no sé si es porque voy a terapia o porque me conozco demasiado a mí misma. Entonces pienso y analizo mirando el ´caso´ que yo misma me autopongo del otro, ¡y es fácil! El ser humano tiene esa costumbre de dramatizar las cosas simples, y habla Drama Queen, vale aclararlo. Pero como siempre digo en terapia y pienso: cada quién le pone a su vida y a sus cosas un peso. Hay gente que se toma todo a la ligera, que todo es relax, todo es let it be, todo es felicidad, todos los problemas tienen solución. Hay quienes (me incluyo en este grupo) dramatizan demasiado, todo es negativo, todo es una mierda. Hay gente para todo, bah, pero creo que todos los grupos estamos en igualdad de condiciones. El que es pura felicidad, en el fondo oculta su debilidad y tristeza, y el que es fatalista también tendrá su causa psicológica.
 Digo, al fin y al cabo, creo que para ser felices hay que dejarnos desatar nuestras propias mierdas, como los que vamos a terapia (perdón por insistir tanto con el tema terapéutico, pero soy cual fan de terapia), porque en realidad es eso, revolver mierda hasta que encontrás qué es lo que la produjo y podés ser feliz, porque algún día ocultaste eso porque te hacía mal. Y yo tengo esa costumbre de querer que todos, como yo, revuelvan sus mierdas para ser felices, y tengo esas ganas de querer ser yo quien cambie mentes y vidas. Pero claro, después me pongo a pensar ¿quién soy yo para hacerlo? No sé, pero a veces se me vuelve incontrolable. Quizás en otra vida fui psicoanalista...

domingo, 5 de enero de 2014

 Amo cuando alguien me pide un consejo.
 Amo cuando alguien me pide una canción.
 Amo cuando necesitan de mí.
 Amo cuando aman lo que hago.