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miércoles, 23 de septiembre de 2015

Ave fénix*

 Pienso que una de las cosas más difíciles para el ser humano es ser a partir del dolor. El dolor, un sentimiento y más bien una palabra tan profunda, tan filosófica y también tan cliché. Resurgir de las cenizas suena muy poético, pero creo que el verdadero desafío está ahí. Ser a partir del dolor, resucitar del sufrimiento. No para poder seguir, sino para recomenzar. Resurgir sin volver a surgir, sino para comenzar una nueva vida a partir de eso que nos pasó. Recomenzar, y también darnos la oportunidad de perdonar y perdonarnos, apostar unas cuantas fichas por la nueva partida. Aunque el dolor nos acuchille, nos mate lentamente, nos hunda bien abajo como si no existiera otra salida. Y no me malinterpreten, no es que de repente me haya vuelto positiva, más bien sigo siendo la fatalista y melodramática de siempre. Allá en el dolor, donde todo se inunda con un par de lágrimas y el mínimo golpe bajo abre una herida enorme, allá es donde realmente nos vemos cara a cara con nuestras fragilidades, con la debilidad misma. Allí es cuando nos conocemos, cuando nos vemos desnudos en cuerpo y alma y vemos cómo nosotros mismos nos conducimos a entregarnos por completo a ese algo o alguien que hoy nos lastima (y aclaro, en ese alguien también estamos incluídos nosotros mismos). Y duele, duele el dolor y duele enfrentarse con uno mismo pero de verdad, no como esos pensamientos que llegan a esta hora, cuando te querés dormir y te quedás pensando. No, no. Acá en el dolor te ves miserable, humillado, por nada más ni nada menos que por vos mismo. Pensás en salir adelante, pensás en rendirte, empezás a flashear telenovela mexicana y te ves internado en un neuropsiquiátrico mirando por la ventana. Pero no, estás en tu casa, llorando y mirando cómo llueve y cómo el mundo conspira para que el mundo de mierda que tenés adentro también sea como el de afuera. Hay que vivir en el dolor y no queda otra, hay que hacer el luto, hay que sufrir el sufrimiento y bancarsela. El problema es cuando le tomás el gustito, suena ilógico, ¿no? ¿a quién le gusta vivir así? Bueno, eso ya es tema para otra entrada... O mejor, esperen mi novela (sí, como si alguien la estuviera esperando, ¿no? Qué ilusa).

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