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sábado, 7 de junio de 2014

Diván*

El diván no es un mueble de decoración.  Esta aclaración obvia no la es tal cuando uno escucha a colegas que están tan preocupados por el tipo o estilo de diván que van a poner en su consultorio. Incluso, por extensión metafórica, llamamos diván a una cama; y –como decía Lacan- mejor tener una cama porque se trata de “problemas de cama”…  Por lo tanto el diván requiere de cierta muñeca del analista.Hay pacientes que no quieren usarlo nunca; y otros lo piden en la primera entrevista.  De estos últimos son de los que hay que estar más advertidos; porque responder a esa demanda puede ser muy iatrogénico; por más que uno sepa que ese paciente ya hizo diván con otros analistas. El analista no trabaja con el saber del otro; ni del otro analista ni de un médico.  Debe escuchar a cada paciente como si fuese la primera vez; aunque ese paciente estuviese hace años en análisis.No nos va a sorprender que un paciente que dice haber tenido muchos análisis previos con diván; y que pida el diván en la primer entrevista; después de dos o tres entrevistas previas comience a faltar o a desplegar resistencias típicas de todo neurótico. Particularmente yo no ofrezco el diván si no estoy bastante convencido de que el analizante quiere laburar de verdad.  Y esto es un tema; porque un pedido de análisis es, ante todo, una demanda de amor.  Es decir entonces que el analizante –en un principio- está ahí para ser amado, no para hacer análisis. Y si es neurótico entonces es como un niño que pide los brazos.  ¿Y, entonces, cómo vamos a recostar a un niño? ¿Cómo vamos a privar de la mirada nuestra a alguien que necesita no sólo ser escuchado, sino ser mirado?  Es un punto delicado saber cuándo el paciente está en condiciones de prescindir de la mirada del Otro. Y también es un tema delicado hacer un diagnóstico de estructura.Analistas que se estereotipan llevando a todos los pacientes a diván en tres o cuatro encuentros; realmente están cometiendo una atrocidad. Y esto no sólo se hacía en una época muy lacaniana en Argentina, sino que se sigue haciendo aún. El psicoanálisis es –por definición- el caso por caso.  Es como decir: “a ningún paciente beso, a todos les doy la mano…”-  Decir “ningún”, decir “todos” es ya no hacer psicoanálisis: eso es estadística pura.A veces en los controles se escucha que el analista dio un pase a diván sin saber ni cuándo ni porqué lo hizo.  Contar un sueño, asociar un fallido, llegar puntual a la consulta, no es un principio de pase a diván.  Eso es quedarse en el registro simbólico-imaginario.  Hay que ver el real de cada caso.  He conocido psiquiatras que trabajan con diván sin siquiera ser analistas a los que le he preguntado cómo llevan al paciente al diván y me han contestado: “lo llevo… después de algunos encuentros…” Bue… una escala zoológica bastante amplia.Por otro lado, no hacer el pasaje a diván porque el paciente no quiere es también otro tema delicado.  Hay analistas que dan el pase a diván sin previo aviso. Yo no hago eso. Más bien invito al paciente al diván una sesión antes; para estudiar la reacción o los comentarios posibles.  Si bien a veces puedo llegar a ofrecerlo sin discutirlo; tampoco puedo obligar a un paciente a volar en avión si tiene fobia a las alturas… Es, como siempre, el caso por caso. A veces –y esto también se escucha en los colegas- se tiene el paciente en diván pero no hay análisis en absoluto; y a veces se está analizando muy bien sin la utilización del diván.  “Analizar bien” es un tema a discutir pero básicamente quiere decir: el paciente hace algo con el goce que lo perturba.




Si, pasé al diván. 
 

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