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lunes, 7 de enero de 2013

TERAPIA

 Hay cosas que uno piensa y siente desde toda la vida. Al menos en la vida adolescente mil ideas, personas, pensamientos, sentimientos pasan por nuestras cabezas. Muchas de estas cosas perduran, y otras sin embargo, restan de importancia con el tiempo...
 Hay personas que siguen en el corazón como si fuese el primer día que las conocimos. Hay situaciones que si cerramos los ojos las volvemos a vivir. Hay pensamientos que siguen rondando en nuestras cabezas. Pero también hay temas que nunca hablamos.
 Hace poco empecé terapia. Me sorprendo a mi misma cada vez que salgo de la sesión porque nunca lloro. ¿Será que ya lloré demasiado? Los temas anteriormente nombrados, esas personas que todavía amo, esa persona que todavía me confunde cada vez que hablamos, las cosas que no olvido, los besos que no borro, los hablo. Pero todavía queda un tema que no puedo sacar de las teclas.
 Es muy fácil para mí hablar sobre mi familia, o gracias al blog, o Twitter, o simplemente repitiéndome para adentro lo que pienso y siento cada vez que tengo algún problema. Con mi hermana tengo varias cosas y ahora se multiplican, y sin embargo nunca pude hablarlo. Escribirlo si, siempre escribo, lloro escribiendo, escribo llorando, lo canalizo.
 El día que pueda hablar de eso en terapia, voy a llorar.

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