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jueves, 1 de agosto de 2013

Compartiéndome, con todos menos con ellos *

 No voy a llorar. Al menos no delante de ellos. A veces pienso que me vuelvo cada vez más superficial, más fría. Sólo acá, en mi casa, en mi familia. Punto fijo, mirada fría, actitud sobradora, y sin embargo, de la puerta para afuera, al contrario de todos los demás, me muestro vulnerable, frágil.
 La pregunta es: ¿cómo soy realmente? ¿soy la fría o la débil? Ni yo estoy segura de eso.
 ¿Por qué los demás pueden sentirse cómodos y protegidos en su familia y yo no? Sé que no son ni mis padres ni mis hermanas, más bien soy yo misma la que juega un papel del que no puedo salir, aunque queda en evidencia que no me beneficia.
 No me siento con la libertad de expresarme, tengo una traba para hablar con ellos, y es absurdo que esté escribiendo esto y publicando siempre lo que pienso y siento, acá que lo puede leer literalmente todo el mundo, y que con ellos no pueda compartirlo. Ni mis metas, ni mis sueños, ni mucho menos mis problemas o angustias. Nada.
 Estoy negada a eso, negada a abrirme, negada a la conversación familiar.
 Siento que ya no puedo cambiar eso que me bloquea. Reitero, que ME bloquea. En mi casa nadie me impide hablar, es más, muchas veces debería hacerlo y no puedo. Siento que ya me quedan menos años para poder irme de mi casa y formar mi hogar con sus propias reglas. Siento que si viví dieciocho años de esta forma, ya no se puede cambiar. Ya somos todos grandes, sería una hipocresía. 
 Pero también siento que es raro saber que el que tendría que ser mi lugar, no lo es. Y quizás es por ello que me refugio escribiendo, sincerándome vaya a saber con quién que seas vos, quien me está leyendo, si me conocés o no, y sé que probablemente no te importe mi vida ni te interese cómo me siento, y que llegaste a esta blog quién sabe cómo.

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